martes, 11 de junio de 2019

Conócete, eres todo


“Hazlo y descubrirás algo impresionante”.

Todavía se le abrían los ojos al recordar esas palabras premonitorias.

¿Quién era él realmente?

Cuán ciertas habían resultado ser.

“Los metan pieders…, ellos tienen la verdad”, le habían dicho en un foro de internet, “Ve con ellos. Hazlo y descubrirás algo impresionante”. Alguna de esas palabras por alguna razón lo habían enloquecido y había decidido partir, él, un cuarentón calvo y obeso que a duras penas podía levantarse de su cama para ir a orinar.  Y entonces al mes siguiente, aprovechando que le habían dado vacaciones, había recorrido quinientos kilómetros para encontrarlos: su auto se había averiado a mitad de camino, había gastado un cuarto de todo su dinero en arreglarlo y después había tenido que atravesar una ruta fangosa en la que casi queda atascado, pero finalmente había encontrado el último refugio de los metan pieders, Faráum. Ubicada en un bosque de pinos que lindaba con unas altísimas montañas, Faráum era apenas un conjunto de escuálidas casas de madera que se erguían torpemente entre grandes matas de arbustos por los que era molesto transitar. Allí había sido recibido por los metan pieders: personillas de escasa estatura, ojos achinados y piel tostada, que resultaron ser extremadamente afables. Luego de compartir una comida con ellos consistente de carne de cerdo, queso de cabra y algunas frutas y verduras,  durante la que no habían dejado de gastarse bromas que los hacían reaccionar de forma tal que hacían creer que no había personas más felices en el mundo que ellos, les había preguntado cómo podía conocer la verdad. Ellos se habían mirado entre sí, como si se estuvieran comunicándose telepáticamente, y después de afirmar con la cabeza lo habían llevado ante un chamán llamado Ethum Gafagag Nenta Pom Trememeth, que en su idioma significa “Él mismo número noventa y cinco cuatrillones doscientos sesenta y un mil”. La manera cadenciosa en que Ethum se dirigía a él y su mirada profunda lo habían cautivado desde el primer momento; no sabía por qué, pero todo brillaba en él cuando lo veía. Ethum le había hecho fumar en una pipa de madera una combinación de hojas con colores y formas extrañas: algunas se veían como corazones violetas, otras eran cuadradas y azules y otras eran espirales bordo: ningún árbol las tenía similares, que recordase.

Mil años habían pasado desde entonces. Y todavía veía salir el humo de su boca.

De vez en cuando, también veía los profundos ojos de Ethum.

¿Quién era él realmente?


Ahí estaba él, diez años antes, con más pelo y con menos arrugas. Casi podía decirse atractivo. Estaba en un gimnasio: veía un gran espejo ante él, donde estaba reflejado sí mismo y las pesas y máquinas que lo rodeaban. Entonces escuchó a dos personas hablar: lo mismo de siempre. Era aquel viejo canoso que tenía cara de pervertido y aquel otro de mediana edad que se creía muy espiritual por hacer clases de yoga o algo así.

—No; porque, como te estaba diciendo, el chacra entra cuando uno se encuentra en un estado de completa serenidad; y el corazón entonces siente como si hubiese entrado en trance: late desaforadamente, como por fuera de uno, y da saltos de un lado para el otro –decía el hombre de mediana edad.

—Claro, claro, muy interesante –decía el viejo—. ¿Entonces vendría a ser como un viaje astral?

—Algo por el estilo –repuso el hombre de mediana edad—. Es más bien un conjunto de sensaciones místicas que explotan repetidamente dentro de uno, causando felicidad y paz.

“Qué idiota es la gente”, pensó, “Dios mío”.

Entonces la imagen se esfumó, y ya no estaba allí, y era todavía más joven: su cabello ahora era abundante, su piel estaba exuberante de colágeno y estaba lleno de energía. Había estado pensando entonces en el capítulo del animé que estaba viendo con gran gozo, y de vez en cuando se detenía para observar lo que le rodeaba y se reía de lo torpe que era, cuando en un momento aparecieron tres compañeros del colegio suyos.

—Pero Cristiano Ronaldo metió cinco goles ayer –decía uno de ellos— ¡No sabes qué maravilloso fue ver eso!

—Bueno, Cristiano Ronaldo quizás sea bastante bueno, lo admito, pero Messi es todavía mejor –decía otro—. El Barcelona le ganó cinco a cero al Paris Saint Germain ayer, y él metió tres de ellos. ¡Tendrías que haber visto cómo esquivó a uno, a otro, cómo dio un pase espectacular que después le devolvieron, y con qué velocidad el balón se clavó en el arco en uno de ellos!
“¡Qué imbéciles que son, no puedo creerlo!”, pensó, “Ellos no saben lo que es la vida; no pueden saberlo, si no conocen a Ushurima Kotomoki Na Kasumi Botton… Sus personajes, su trama… ¡Oh, su trama! Y la animación, oh, cuán bien hecha está”.

—Mirad, es ese idiota de nuevo –dijo uno—. Vamos a molestarlo un rato, al idiota – chan.

—Yo no soy una mujer –contestó—. Así que sería idiota – kun, en todo caso.

Todos rieron desaforadamente al unísono; y parecieron disfrutarlo tanto, que hasta a él le dieron ganas de hacerlo también, aunque sabía que después lo golpearían todavía más fuerte por eso. Luego que dejaran de reírse, comenzaron efectivamente a darle puñetazos y patadas, por lo cual se arrepintió de no haber utilizado el tiempo en que habían estado distraídos riéndose en escapar.

Y la imagen cambió nuevamente. Ahora volvía a ser un joven de veinte años y estaba fumando un cigarrillo en el parque. ¡Oh, la nicotina entrando en sus pulmones, cuán bien se sentía! ¡Cuán relajado estaba entonces! El sol caía suavemente sobre él; un sol primaveral, que calentaba sin dañar, y corría un viento que acariciaba como la mano de una mujer sobre un gato. Después, la nicotina salió otra vez de sus pulmones, y mientras sentía cómo se deshinchaban, sonreía para sí mismo, pues esto era exactamente lo que había querido y planeado.  Realmente, no necesitaba más que eso. Hasta que aparecieron dos personas que se sentaron justo en la silla que tenía al lado. ¡Por qué tenían que hacerlo, si estaba tan cómodo y feliz fumando él!

—No, pero hombre, no creo que el presidente vaya a hacer algo así –decía uno—. La ONU le impondría sanciones, en ese caso: sanciones que no está en condiciones de soportar.

“¡A quién demonios le importa el presidente”, pensó.

—Pero necesariamente debe hacerlo, Tomás: llegado este punto, sería peligroso para él aumentar aún más el gasto público, y ni la ONU, ni Amnistía Internacional podrán hacer nada al respecto –le había contestado el otro—. En serio, hombre, creo que has sido adoctrinado por ese diario mentiroso que lees. ¡Deberían prohibir que mentecatos como tú puedan expresarse!

Él se estaba levantando para irse cuando todo volvió a cambiar repentinamente.

¿Quién era él?

Una luz brillaba en los ojos de Ethum, aunque en ese instante no supo identificar a esos ojos como los de él, o a esa cara como su cara, o siquiera lo que eran los ojos o las caras.

Luego otra vez hubo oscuridad y un dolor sempiterno que abarcaba absolutamente todo, que estaba en todo él. Ese calvario era como el adiós a una dulce sombra,  como una estrella brillante e intrépida tapada por una gran nube de humo, como aquello que se puede atisbar cuando se cierran los ojos y nuestros seres más amados desaparecen repentinamente de nuestro alrededor.

Hasta que el mundo volvió a cambiar.

Solo que entonces ya no era él. ¿Qué demonios estaba sucediendo? Recordó su cara, y era distinta a la que jamás había tenido: era mucho más flaca, más trigueña, sus labios eran más finos y su nariz bastante más voluminosa. En aquel momento tenía  veintidós años y estaba estudiando  en una biblioteca gigantesca colmada de los más variados libros. “Física cuántica, volumen 3”, estaba leyendo entonces, y calculaba mentalmente la distancia que tendría que recorrer un quark para atravesar el tejido espacio temporal de forma tal que las ondas gravitacionales oscilen lo bastante como para ser detectadas por un electro transfogrómeno. Era evidente que si dicha distancia superaba los cinco nanómetros, caería en la paradoja de Flankey, y si era menor, en la paradoja de Steim – Jodow, por lo cual, debía encontrar un punto medio…

—Es evidente que la praxis de Stephen Hardway es la correcta –oyó que susurraba alguien—. He hecho los cálculos y según mi hipótesis…

“¿Alguien, susurrando en este sagrado lugar?”, pensó, “No, no puede ser, es inaceptable. ¡Y para afirmar que Stephen Hardway estaba en lo correcto, además!”.

Su ceño se frunció y su rostro enrojeció, y podía escuchar su corazón latir con furia. Alzó la voz entonces, y sabía que su increpación sería terrible…

—¡No entiendo cómo tenéis las agallas para abrir vuestras sucias bocazas en este santuario del conocimiento, no sabéis lo que haré cuando…!

… Pero desapareció antes de que pudiera terminar de hablar.

Y estaba solo de vuelta, y no había nada de un lado, ni nada del otro, y supo que no habría nada ni acá ni allá por mucho que se dirigiera a una dirección u otra. Y volvió el dolor… Y esta vez fue tan tremenda como la anterior. Como un arcoíris mutado en un láser que ciega, haciendo ver lo que es real, o como las palabras más sinceras de alguien, así era. Como una persona, como sí mismo.

Y todo cambió nuevamente. Ahora contaba con senos en los pechos, entre sus dos piernas existía un espacio que antes no había y sus caderas eran más anchas. Llevaba un vestido de la edad media, bastante andrajoso, y tenía muchos callos en los pies y las manos.

¡Cuánta felicidad que sentía entonces!

Sus rodillas estaban firmemente clavadas en la tierra y ella estaba inclinada hacia una figura que la miraba con solemnidad.

—Siempre te seré fiel, Santo Padre, te lo prometo…

Al decir esto, sintió que Dios entraba en ella, y todo se colmó de gozo: sus pensamientos más siniestros, incluso, se colmaron repentinamente de color, y sonrió. Todo era tan cálido.

 —Querida esposa, puedes venir para acá y dejar de hacer el ridículo.

Oh, no. Era él de vuelta.

—Ya voy, amado mío.

Odiaba cada pequeño instante en que pensaba que se había casado con él.

—Nuestro niño…, ya sabes lo que le pasa.

Ella se levantó y lo miró. Indudablemente, el hombre ya no se parecía al que era cuando habían sido sus nupcias: en apenas seis años había perdido todo el cabello de la parte superior y a los costados le caían largos mechones canos, sus labios estaban flanqueados por dos largas arrugas y sus ojos se veían más agotados. Tenía una botella de vino en la mano y su jubón estaba plagado de manchas rojizas que seguramente habían sido creadas hacía poco debido al derramamiento accidental del líquido que ésta poseía.

—¡Estás tomando de vuelta, infeliz! –exclamó—.  ¿Acaso no sabes que eso es pecado!

—Ay, Dios mío, amor, estás siendo muy dramática… El padre Cristian también bebe, y él es la persona más santa que conozco. ¡Incluso he oído decir que el padre Cristian dona todo el dinero que se le da a los desfavorecidos!

—No sé quién será ese tal padre Cristian, pero tú debes comportarte. ¿O deseas que Dios se enoje con nosotros por culpa de tu estúpido alcoholismo y nos castigue arrebatándonos a nuestro querido retoño!

—Reitero mi palabra: estás siendo demasiado dramática. ¡Y debemos hablar con el médico de la aldea, él seguramente sepa lo que le está pasando a nuestro querido Juan!

Ella se imaginó a ese viejo insolente contando sus vasijas portadoras de sustancias extrañas, analizando “racionalmente” a su preciado hijo, es decir, oliéndolo, manoseándolo y colocándole ungüentos rancios en su tierno cuerpo mientras se metía en los bolsillos el poco oro que todavía les quedaba y se le contrajo la garganta del asco sentido.

—¡Eres un insolente! –le gritó a su marido, y éste dio un paso atrás y la miró con hostilidad. ¿Cómo no podía entenderlo…?

Después se imaginó a sí misma arrodillada junto al Señor, sintiendo cómo su espíritu se elevaba, y veía a Jesús saliendo de la cruz, tendiéndole una mano amistosa y sonriéndole, y había una luz que los rodeaba, y que rodeaba cada cosa. “Soy amor”, estaba escrito en las nubes de ese cielo, y el amor dejaba de ser una mera palabra y era absolutamente todo.

Y después imaginó a su marido de vuelta. Qué estúpido era, y qué infeliz.

Y después pasó a ser un aborigen australiano del neolítico, y después, un chino de la época de la dinastía Han, y luego, un escita. Y después, miles de personas más; hasta que dejó de ser personas, y empezó a ser animales de todo tipo: primero mamíferos, después reptiles, aves, anfibios, peces. Hasta que fue plantas, bacterias y hongos. Después, fue seres de otros planetas, de estructuras biológicas completamente diferentes, y luego seres de otros universos. Hasta que fue todas las cosas.

—¿Qué demonios soy, entonces? –le preguntó al chamán.

—Eres todo –le contestó—. Y también has sido o serás yo mismo.

—¿Soy Ricardo, un empleado bancario de cuarenta y cinco años? –preguntó.

—Sí –le contestó.

—¿Tengo un perro llamado Waldo y un hijo mocoso que mi ex mujer apenas
me deja ver una vez al mes?

—Sí, también.

Entonces recordó. Claro, él era Ricardo, maldita sea. Todo volvió a hacerse estable repentinamente, como si nada de lo anterior hubiera ocurrido. Y vio al chamán claramente: ya no estaba rodeado de una luz incandescente, ni se veía que vibrase su silueta. Era simplemente real, como había visto cada persona y objeto desde que recordaba haberlos visto como el Ricardo que efectivamente era.

—Eso sí que ha sido muy curioso –dijo Ricardo—. Todavía siento vértigo al recordarlo.

De cierta forma causaba vértigo, pues era demasiado la información que había tenido que procesar, y había algo en todo ello que le había causado un insondable vacío, pero también sentía alivio, por alguna razón.

—No te preocupes; lo sé –repuso el chamán—. Me ha sucedido exactamente lo mismo, cuando era joven y lo supe por primera vez.

—¿A qué te refieres con que “lo supe”? –preguntó Ricardo, arqueando una ceja—. ¿Acaso hay algo de real en todo esto?

—Por supuesto –dijo el chamán mientras sonreía con calma, doblando las incontables arrugas de su rostro—. Tú has sido todas esas vidas que viste, y también serás muchas más. Paulatinamente, serás todos los seres vivos que jamás existirán.  Tú eres todas las personas que has conocido y las que no conoces, y también yo mismo. Todos somos la misma persona en diferentes momentos.

—¿Cómo es eso siquiera posible? –Ricardo no salía de su asombro.

—Es muy simple –contestó Ethum—. En cuanto tu cuerpo muera, tu alma podría viajar  al pasado y ser  una persona de la Edad Moderna, del paleolítico, un hombre de Neanderthal, o incluso tu propio padre. O podría viajar al futuro y ser alguien del futuro. Y así hasta que hayas sido cada uno de los seres de todos los tiempos. Estás solo, y yo también, porque soy tú y todos los demás. Y vamos a seguir solos por el resto de la eternidad.

Ricardo se tomó algunos momentos para digerir todo eso. ¿Sería posible…? 

—Ese es un pensamiento muy extraño, en verdad. No era la respuesta a mis problemas que esperaba encontrar cuando llegué a este valle, deprimido por mis problemas económicos y los maltratos de mi anterior mujer.

Ricardo trató de sonreír al evocar estas sencillas cuestiones, pero no pudo hacerlo.

—¿Y cómo fue que empezó todo?

—Bueno, resulta que en un principio estaba Dios. Había creado innumerables cosas con la materia que había a su alrededor, se había entretenido mucho y mucho tiempo con ella, pero seguía estando solo y esto era algo que lo atormentaba día y noche (por así decirlo, claro, no había sol ni Luna entonces), y cada vez le era más difícil divertirse. Por lo cual, decidió fabricar una serie innumerable de cuerpos a lo largo de todos los universos y, como sabía que crear algo como él mismo le sería imposible,  se dijo: “voy a habitar uno solo de estos cuerpos a la vez, y mientras lo haga voy a olvidarme de toda mi existencia. Luego, por medio del viaje en el tiempo podré habitar más de uno a la vez, de tal forma que pensando que no soy el único ser consciente y sintiente de todos los universos me olvidaré que estoy solo “. Es por esto que conocer a alguien superficialmente puede hacernos tan bien: porque, así, olvidamos a veces que estamos solos. Y es también por esto que conocer a fondo a alguien nos hace tan mal: porque al ver en el fondo de los demás nos vemos a nosotros mismos, recordamos que somos lo mismo, que en realidad estamos solos y que siempre lo vamos a estar.

—Increíble –dijo Ricardo, con los ojos totalmente abiertos— ¿Y cómo fue que vosotros, los chamanes de la tribu metan pieder, habéis descubierto todo esto?

—Dios ha dispuesto que en cuatro puntos diferentes de cada planeta habitado existan pueblos conocedores de la verdad, pues, sabedor de que muy de seguro tomaría decisiones incorrectas en muchas de sus vidas, deseaba al menos compensar el sufrimiento causado por esto con la felicidad que se sentiría al vencer sobre los demás en los mundos que había creado…, lo cual indefectiblemente sucedería al conocer la verdad.

—Pero… tenía entendido que los metan pieder en algún momento fueron una nación grande y poderosa, y muchas otras les rendían pleitesía –expresó Ricardo—. Mas, ahora apenas un puñado de vosotros sobrevive.

—Así es, yo soy uno de los últimos chamanes de mi tribu, Ricardo –dijo Ethum—. Pronto, los metan pieder de la Tierra pasaremos a la historia, y la verdad quedará oculta para siempre. Aquellos que la conocieron serán los encargados de moldear a la humanidad que está por llegar de tal forma que en el futuro cometa la menor cantidad de errores posible y los metan pieder dejen de ser menester.  Así que atesora bien la sabiduría que hayas podido adquirir con nosotros.  ¿Has podido aprender algo importante después de todo lo que has experimentado?

—Sí. Que la gente suele decir que la gente es idiota, porque todos son la misma persona. Todos son idiotas porque yo lo soy.

—Así es. Por eso el concepto de Dios enseña humildad: porque la verdad que subyace todas las vidas es la misma. Y, así como no puedes ser superior a ti mismo, no puedes ser superior a los demás.

—Joder, supongo que mi ex mujer es muy idiota, al haberse tratado tan mal a sí misma. ¡Y cuán desagradable se me hace la idea de ser la misma persona que ella!

—Y tú también lo eres –el chamán tenía los ojos iluminados por una sonrisa—. ¡Porque eres ella!

—Y Hitler, Stalin, Mao Zedong… qué idiotas. ¡Se mataron y torturaron a sí mismos millones de veces!

—Efectivamente. Por eso quienes conocemos la verdad predicamos la generosidad para con el prójimo: quien le hace un mal a otro, se lo  está haciendo a sí mismo. También deberías entender ahora que no se dice en vano que quienes poseen la capacidad para saber quiénes son y la valentía para hacer uso de ello, son capaces de todo: al ser todos Dios por igual, todos somos capaces de cualquier milagro al conocer nuestra identidad y poder actuar como ella. Los más grandes filósofos, científicos, héroes  y artistas de toda la historia han tenido conocimiento de ser divinos; ya sea intuitivamente o por medio de los metan pieders o poblaciones afines, y ninguno podría haber llegado a ser lo que fue de no ser por esto.

—Joder, cómo extraño a Waldo. Creo que estoy listo para volver a mi casa y seguir con mi vida.

Ricardo se levantó con una sonrisa que le iluminaba fuertemente la faz, y en ese momento ya no se vio tan gordo ni tan calvo, aunque no se dio cuenta. Ethum se levantó también, se acercó a sí mismo y se dio un abrazo cargado del más sincero afecto.

—Muchas gracias. Me alegro de que seamos Dios.

Justo entonces, Ricardo abrió los ojos desmesuradamente. Repentinamente recordó la escena  a la perfección, tal y como si hubiese ocurrido hacía solo dos segundos: él, Ethum, sabio, prudente y feliz más allá de todo límite, abrazando a Ricardo, es decir, a sí mismo.


Ricardo hacía ya un año que se conocía a sí mismo, y era tremendamente feliz por esto. Aquel día se levantó de su cama, se cepilló los dientes muy intensamente, ordenó y limpió un poco su casa –aunque no hubiera mucho por ordenar o limpiar—, hizo algo de ejercicio –un poco de bíceps, algo de pecho y cuádriceps— y se miró al espejo. Del Ricardo de hacía un año había quedado realmente poco, si es que nada. Luego del trasplante capilar que se había hecho, el cabello le salía de la cabeza con una intensidad y una lozanía que al notarse podría causar aturdimiento, y su cuerpo estaba hinchado debido a su soberbia musculatura, razón por la cual se veía quince o incluso veinte años más joven. Al admirarse a sí mismo, sentía que todo brillaba un poco más que de costumbre –como si ya no brillara increíblemente el resto del tiempo—, y su corazón latía con un gozo todavía mayor también. Quizás si no hubiera sido un perdedor antes de conocer la verdad, ésta no le hubiese gustado en lo absoluto; al fin y al cabo, significaba que iba a estar solo por el resto de la eternidad. Pero, ¡joder!, había pasado de ser un perdedor a ser Dios; a conocer su potencial omnipotencia y su ausencia de inferioridad con respecto a los demás. ¿Podía ser que las visiones que había tenido junto a Ethum fueran falsas? No lo creía: luego de sucedido aquello, había recibido pruebas más que de sobra acerca de su veracidad: había predicho a la perfección varios accionares de muchas personas con las que había estado y que casualmente ya había sido antes; ahora podía conectarse consigo mismo de forma que nunca hubiera sospechado y cuando cerraba los ojos, se relajaba y se concentraba lo bastante podía realizar actividades que hacía más de un año hubiese considerado paranormales; como salir a volar por las noches, invisible para no llamar la atención y ser molestado en consecuencia;  como  tener super fuerza, al estilo Hulk; o como expulsar llamaradas de sus manos. La única posibilidad que había de que aquellas visiones hubieran sido falsas era que lo que le había sucedido en todo el último año hubiera sido una fantasía, y, si lo era, ¿qué importaba?

Brrbrr, sonó su teléfono. “¿Quién será?”, se preguntó, “Debe ser alguna de las chicas”. Efectivamente, tras deslizar la pantalla de su teléfono, notó que cinco de ellas, ninguna de más de treinta años, le habían escrito aquella noche: unas le preguntaban simplemente qué estaba haciendo, otra le había hecho una indirecta para que se encontraran y una lo estaba saludando. Pero había alguien más, alguien que no había esperado encontrar en su teléfono: su ex mujer.

“He oído sobre el libro que has publicado, y quería felicitarte por ello”, le decía, “Quizás algún día podamos juntarnos a tomar un café y hablar sobre ello. Gabriel, tu hijo, también te dice que te extraña”.

Claramente, “Conócete: eres todo”, había sido un buen libro. Él nunca había creído que podría ser un escritor de autoayuda y, de hecho, ni siquiera le gustaba leer. Pero un día se le ocurrió que podría socorrer a los demás en sus intentos de conocerse a sí mismos, es decir, conocerlo a él, a su yo divino, y así ser más exitosos en la vida: de esa forma, podría contribuir a crear ese futuro del que le había hablado Ethum en el que los mietan pieder no fueran necesarios. Comenzó, pues, su labor  y un mes después terminó, y nunca disfrutó nada tanto como eso.

Radiante de alegría, pero sin tener ganas de contestarle a ninguna de esas mujeres, Ricardo dejó su teléfono a un costado, le pidió a su mayordomo que ordenase que bañaran a su querido Waldo, pues aquella tarde era hermosa para salir a pasearlo. Ah, y pidió una limusina para la tarde, pues debía ir a visitar al presidente para aconsejarle prudencia, ya que se acercaban malos tiempos para la economía –aunque la suya fuera mejor que nunca, igual que todo lo demás.
                                                            


miércoles, 13 de febrero de 2019

Extracto de un diario inexistente


Noticia de último momento: nuevo héroe ha aparecido en la ciudad

Por D. Petrulli
Pocas son las personas que, en estos últimos tiempos de inquietud y fatalismo posmoderno, se han atrevido a intentar solucionar los diversos inconvenientes que conlleva la vida cotidiana de una persona corriente, siempre al contacto con la hediondez y las costumbres desagradables de los demás. Ahora, parece haber surgido un nuevo personaje, dispuesto a resolver... al menos uno de ellos.
El jueves pasado, a uno de nuestros corresponsales le ha llegado una enigmática carta, cuyo sobre no llevaba ni el nombre del emisor ni del remitente escrito. Su contenido, en letra cursiva, de estilo casi inentendible y pésima ortografía, era éste:

"Finalmente, después de una larga y profunda reflexión, movida como resultado de sentimientos concebidos en la soledad más absoluta... he decidido transformarme en superhéroe. No he podido seguir aguantando la suciedad y putrefacción que abunda en las calles de esta ciudad... por lo tanto, mi misión será llenar de manguerazos de agua caliente a los vagabundos, regalarles jabón y pasar desodorante de ambiente en los lugares en los que vivan.... a partir de ahora seré... el hombre toalla"

Ayer mismo, este intrépido "hombre toalla" ha sido visto en plena acción, limpiando la vidriera de un edificio abandonado. Uno de los testigos ha creído que se trataba de un miembro de alguna exótica y desconocida secta musulmana, ya que lo primero que notó fue que llevaba la cabeza envuelta. Pero a los segundos, dice haberse reído al notar, no sólo que estaba desnudo y que su pene era de dimensiones extremadamente inferiores a las normales, sino que lo que llevaba envuelto en la cabeza... ¡Era una toalla!
Señor toalla, quienquiera que seas... te deseamos de todo corazón, desde "Crónicas País" que siempre refriegues con el mismo ardor las ventanas sucias de nuestros locales, que bañes siempre con el mismo entusiasmo de ánimo cada perro callejero que encuentres y limpies con la misma alegría sus desechos... Y todo lo relacionado a eso, que tan bien debes saber hacerlo.

Los estaremos informando sobre las aventuras de este peculiar personaje

Una purga milagrosa


Había una vez un hombre que no sabía cómo cagar.  Todos a su alrededor cagaban con suma gracia; ora soretes del tamaño de pequeños perros, ora diminutos bollitos como pelotas de golf, ora en forma de líquido marronáceo. Esta persona había sido discriminada desde que tenía noción del mundo debido a esta dolencia. ¿Adónde iban a parar sus desechos fecales? Nadie lo sabía.
Una vez, este hombre miró por la ventana de su casa y vio una paloma volar suavemente sobre una colina una mañana ligeramente cálida. Sus ojos centellearon ante una felicidad renovadora, que aludía a otras alegrías antes sentidas pero que tenía algo nuevo que la hacía más intensa. Salió entonces de su cabaña de madera y contempló la grácil pradera que se extendía ante él. Un arroyo manaba desde un rincón lejano del horizonte, y su murmullo llegaba dulcemente a sus oídos.
-¡Oye, Carlos! –se escuchó.
-¡Ey, enrique! –le contestó- ¿Cómo te encuentras?
-Bien, bien, ¿y tú? Hermosa mañana, en verdad.
-Sí. Creo que si tuviera la capacidad de cagar sería el hombre más feliz del mundo, sólo por estar viviéndola.
-Bueno, nunca te des por vencido… así como tu enfermedad tiene un origen inexplicable, quizás tenga una cura igualmente inexplicable. Además, cagar no es todo en la vida.
-Es cierto, es cierto… ¡gracias por tus palabras, Enrique! ¡Nos vemos!
-¡Nos vemos!
Carlos caminó por el sendero que llevaba hacia la colina. El pájaro quizás fue una señal de Dios… quizás, le daría una respuesta…
Muchos obstáculos tuvo este hombre que atravesar, debió combatir con horribles orcos de largos colmillos y fiera mirada, portadores de grandes y filosas cimitarras; también tuvo que atravesar charcos de lodo infestados de tal manera que su simple contacto podía derretir al que los tocase, y su solo olor adormecía a quien los oliese; también pasó por el bosque de la muerte y el desierto de los destinos inciertos, siguiendo el camino trazado por aquel pájaro… Pero finalmente, llegó a una cueva misteriosa y mágica, que era el lugar donde anidaba esta ave. Una vez allí. se escuchó un ruidoso pedo, el rostro de Carlos primero se contrajo, pero después sonrió con fuerza. Finalmente había cagado.





Moraleja: sigue las señales de Dios, y lucha por tu cuenta, pero bajo su guía, para combatir tus males. La providencia oye y mira todo, y puede recompensarte grandemente

Un triunfo inesperado


Había una vez una niña que tenía la cara en el culo y el culo en la cara. La única cosa que su cara podía realizar era abrir la boca para expulsar la comida digerida por su metabolismo, ya que, a pesar de que tenía dos ojos, éstos eran ciegos, y aunque también tenía dos orejas, no podía escuchar por ellas. Para hablar, abría y cerraba los cachetes de su culo, con lo que su voz semejaba esos prolongados, intensos y renovadores gases que puede uno tirarse una bella mañana sobre algún árbol marchito.
Esto resultaba un problema, pues, aunque vivía en una sociedad profundamente liberal y nadie miraba con malos ojos estas deformaciones, ella tenía un deseo metido en lo más hondo de su corazón: convertirse en una supermodelo.
Al principio, todas las grandes agentes publicitarias la rechazaron por evidentes motivos, pero la joven muchacha nunca se dio por vencida. Comenzó ella una gran campaña contra la discriminación hacia los hombres con cara de culo, ganándose el apoyo de los siempre benignos y humanos partidos de la izquierda y el centro, y pronto su causa logró llegar a ser masiva. El gobierno finalmente se dio cuenta de que esto podía ser problemático, por lo que decidió darle trabajo a la niña, que acabó transformándose en una de las mujeres más buscadas y mejor pagadas del planeta. Según se dice, su fama llegó a tal punto, que acabó cambiando la mentalidad de los hombres para con las que sufrían estas dolencias, haciendo que ellos tuvieran hacia ellas una particular atracción, razón por la cual no muchas décadas después pasaron a tener categoría propia en la mayoría de las páginas porno.


Moraleja: Sigue tus objetivos siempre con constancia, aunque sea bajo métodos alternativos e incluso considerados extravagantes. Dios puede darnos lo que buscamos por extrañas maneras.


sábado, 29 de diciembre de 2018

El dios de la masturbación


El dios de la masturbación


Parte 1

Estaba Peter Medina solo en su habitación, aburrido tomando una cerveza. Ya se había hecho cuantas pajas pueden soportar los testículos humanos y no sabía qué hacer. Entonces apareció Venus, la inveterada deidad grecorromana, y le preguntó si no estaba cansado de pajearse infatigablemente, pues le constaba que realizaba aquella indecorosa acción con más frecuencia en un solo día de la que un atleta podría respirar en cinco minutos después de largas horas de entrenamiento. Peter Medina repuso con desdén que tomaría en consideración sus sabios consejos si pudiera, pero era feo como un murciélago y tonto como un asno. Por algo usaba una máscara y un sombrero. Así y todo, Venus tocó con su varilla mágica la frente del joven y recitó estas palabras: "patatim patapam" bueno, ese hechizo o como sea. Y Peter a partir de ese momento fue esclavo de la diosa. Por lo tanto, salió de su hedionda cueva a rendirle justo culto a su nueva adalid.
 Caminando por las duras calles de asfalto por la noche, Peter preguntaba, dando verdaderas muestras de su sobrehumano ingenio, a las doncellas que pasaban: "¿desea que saboree, dichoso, su majestuoso clítoris?", o hacía comentarios de similar ralea como: "si está fastidiada de caminar, puede sentarse sobre mi imponente pene". Pero como era evidente, ni caso le hacían las féminas que se cruzaba.
Por eso se le apareció Venus nuevamente, tapándose avergonzada la cara, y le explicó con la mayor paciencia que tuvo que antes de lanzarse desesperadamente al coito, cual ermitaño que salta desesperadamente sobre una pileta colmada de agua, comida y las mejores delicias que pudieran imaginarse, contrariando los deseos de Dios, debía cortejar a las hembras. A ese fin, convocó a su hijo Cupido, y le habló de la siguiente forma: "este es mi nuevo vasallo y debe aprender a amar, porque solo de esa forma podrá ser un digno servidor. Clávale cuantas flechas tengas en su corazón, que quizás así aunque sea alguna de las q se vaya a enamorar le dé cabida".

Parte 2

Peter salió, pues, la próxima noche, y solitario y tembloroso se acercó a una serie de mujerzuelas que caminaban en minifaldas, agitando grácilmente sus carteras de cuero. Con el corazón al galope, nuestro torpe mozalbete contempló anonadado a una de aquellas chicas y, radiante de admiración, exclamó: "¡oh, bella escultura del Señor! Mil veces declamaría sobre tu hermosura, pero tu mirada me tiene paralizado y no me permite más que balbucear torpemente estas palabras. Solo deseo, brillante tortolita, que formemos juntos un nido y volemos juntos por los infinitos senderos del aire. Hablando metafóricamente, claro, puesto que junto a ti siempre sentiría como si estuviera volando".
 Aquella señorita, mirándolo extrañada, no se le ocurrió otra cosa que decir lo que siempre decía a cuantos hombres transitaban por aquella acera: "Bucal, cincuenta pesos".
Peter, sin hacer caso, siguió su discurso de la siguiente manera: “¡oh ninfa preciosa, cuan alborozado me deja el ánimo el que hayas podido escapar ilesa del mar del que viniste, para llegar a mis brazos…!".
 A lo que las mujeres reaccionaron mirándose asustadas y escapando al grito de "¡Está loco, vámonos de aquí!"
Peter, desconsolado ante el rechazo de su amada, se sumió en una larga y profunda depresión que duró meses enteros...

Parte 3

 Peter, disgustado y abatido, no quiso salir más de su casa, por miedo a que rompieran su corazón otra vez. Por lo tanto, volvió a su rutina de pajas y cerveza; el dios Baco, su anterior maestro, lo recibió nuevamente con un abrazo fraternal, que dejaba patente un aprecio de tal magnitud que rivalizaría con cualquier potenciación que se le pudiera ocurrir a los mejores matemáticos.
 Pero Venus no planeaba rendirse tan fácilmente, y le dijo al dios Baco: "ya sé que hasta ahora has demostrado tener razón sobre tu discípulo; es tan inútil que solo puede ser digno de arrodillarse ante tu imagen. Así y todo, pienso que incluso él podría gozar aunque sea una vez de los placenteros rituales que organizo. Pero tendrás que darme unos años más, pues será más difícil de lo planeado".
 Baco respondió con una sonrisa de satisfacción: "de acuerdo, te lo prestaré un tiempo más. Pero si no llegas a conseguirlo, prométeme que me pasarás una foto de tus bubis"
"Y si lo consigo tú te pasearas por el Olimpo llorando y gimiendo porque aquellos enormes cuernos de tu cabeza no los tienes de adorno. Ariadna seguramente se sentirá muy disgustada", repuso Venus.
A lo que Baco accedió, confiado de sí mismo.
En fin. Como decía, Peter no quería salir de su casa, y por más que Venus aguijoneara incesantemente su espíritu, no deseaba volver a involucrarse con nada que guardara una mínima relación con lo sexual. Allí, en su casa, creía estar a resguardo de aquel odioso sentimiento, pero se equivocaba rotundamente. Navegando hastiado por el interminable océano de información llamado internet, Peter se encontró con el perfil de una bella dama. Cupido, feliz de tener la más mínima oportunidad de demostrar sus habilidades con el arco, traspasó una vez más el corazón del pobre muchacho. Por lo que se vio impulsado a entrar en contacto con aquella desconocida. Largo tiempo, meses enteros, estuvo el joven Peter tratando de ganarse el corazón de esta nueva amada, y, lo que era sumamente extraño, esta parecía corresponder todos sus deseos. El hecho de que siempre subiera las mismas fotos, que no etiquetara a ninguna persona en ellas y que un día afirmara que venía de Irlanda, otro que de Islandia, o Hungría o Kazajistán, no causaba la menor sospecha en él, puesto que el amor viene acompañado de la fe ciega, como bien se decía. Un día, su veneradísima adorada le informó entusiasmada que pasaría por una ciudad relativamente cercana a la que el joven Peter habitaba, por lo que sería la ocasión perfecta para conocerse. Éste, lleno de gozo, consiguió el tiempo y el dinero necesario para el viaje y se lanzó a tan funesta empresa sin la menor idea de lo que sucedería...
 Al primer día, ella dijo: "oh lo siento amor mío, pero hoy mis padres no me dejan salir", al segundo, "perdóname, hermoso caballero, pero tengo amigos acá a los que prometí visitar. Podrás cabalgar a esta yegua en otra ocasión".
Al volver a su ciudad, Peter estaba destrozado. Desconsolado, le preguntó entonces las verdaderas razones para haber actuado de esa forma, pues hasta un tonto como él le comenzó a ver algo raro a aquello. A lo que la chica, confiando de su amor ciego, le confesó tristemente que no había tenido el valor de presentarse ante él porque no era quien decía ser, y le pasó fotos reales suyas. Peter observó espantado lo que antes creía q era una mujer: luengos bigotes salían por debajo de su nariz y una peluca verde coronaba su cabeza.
Ya incapaz de seguir amando a una criatura como aquella, Peter se sumió en otra larga y profunda depresión que también duro meses enteros...

Parte 4

Baco estaba más alegre que nunca a la vista de los patéticos resultados de los intentos de Venus y, más benévolo que nunca con Peter, lo consolaba con suculentas jarras de espumeante cerveza. De todas formas, aun no había sucedido el tiempo pactado por la apuesta, por lo que Venus estaba determinada a seguirlo intentando al menos hasta que este finalizara, a pesar de que ya no estaba tan esperanzada acerca de su empresa.
 Peter seguía debido a su pesimismo y timidez incapaz de departir con desconocidas por la calle, por lo que el único medio que le quedaba a Cupido para cautivarlo, a pesar de su comprobada ineficacia, era internet. Así que, ¡enga! ¡A seguir insuflando el deseo en el infeliz, a su pesar!
 Como resultado de sus incesantes búsquedas, Peter conoció virtualmente a una chica con la que congenió inmediatamente, y creía que poseía cualidades semejantes a las suyas. Afortunadamente ella no vivía tan lejos, y por algún milagro del destino consintió en salir con él a los dos días. Toda una tarde pasearon y hablaron por hermosos parques y bosques, y tan conforme parecía él con ella como ella con él. A la noche, después de haber tomado ambos unas cuantas botellas de licor, se despidieron con un beso y prometieron verse nuevamente. Lo cual sucedió no mucho después. Aquella salida resultó tan buena como la anterior, y a la noche ella expresó con lasciva mirada su deseo de que fueran a su casa.
La diosa Venus estaba exultante y se jactaba de sus logros ante Baco, pero él refunfuñaba en las sombras y meditaba solapadamente los planes que estaba concibiendo para frustrar los designios de su contrincante. Así pues, introdujo en el joven Peter irresistibles ganas de beber, por lo que antes de que fueran a su casa insistió en comprar cuantas botellas de licor permitiera su dinero adquirir. Cuando llegaron a su casa, Peter no tardó en manifestar su cansancio, pero a pesar de todo, Venus seguía ejerciendo su influencia sobre él, así que trató de ponerse en acción. Moviéndose perezosamente por la cama, comenzó a lamer a su flamante amante y a prodigarle todo género de caricias, a los que ella ponía energías en devolver. Entonces el joven se desnudó y trató de hacer uso de su virilidad, pero… su pene estaba flácido como el brazo de un niño muerto y al moverse giraba como un molinete. Completamente inconsciente de sus palabras, le preguntó a su amante si le placía la goma de mascar, pues él tenía una para que mascara. Acto seguido, se levantó de la cama para ponerse a vomitar. A la mañana siguiente, la chica ya no se mostraba dispuesta a recibir sus besos, y al preguntarle la razón, ella confesó que en realidad era lesbiana. Llorando desconsoladamente, Peter trató de reconquistar su corazón, pero fue inútil. Por lo que se sumió en una depresión aún más larga y profunda que las anteriores…



Parte 5

Venus estaba enfadada, pues sospechaba muy justamente que Baco había hecho trampa. Aun así, no podía hacer nada sobre eso, ya que no tenía pruebas fehacientes al respecto. De todas formas, logró concebir un muy astuto plan, uno que, creía, Baco sería completamente incapaz de frustrar, por más aviesas que fueran sus ardides...
 Peter había tomado sus buenas dosis de cerveza y se predisponía a dormir. Pero entonces escuchó los gritos y los gemidos. Su hermano lo estaba haciendo con su novia, y eran tan intensos los placeres provocados, que esta no podía evitar arrojar alaridos que hacían sacudir las paredes y el techo de su habitación.
Incapaz de seguir soportándolo, decidió que debía escapar de allí. Así que no le quedó otra opción que ir a un bar. El bar más cercano que había estaba a unas veinte cuadras; era un bar de mala muerte, plagado de ratas apestosas, drogadictos y pendencieros. Su madre, el cura de la parroquia del barrio o cualquier anciana de cualquier nacionalidad o condición le hubieran advertido contra él, pero Peter se cagaba en todo.
Cuando estuvo parado frente a la barra, el bartender, un joven de tosca catadura que solo realizaba bruscos movimientos, le sirvió con el ceño fruncido aquella celestial bebida amarillenta. Y la dicha se hizo en el corazón de Peter…
Luego se apareció un animal horrendo ante él: era tan gordo que su papada parecía una segunda cabeza por debajo de la otra y las marcas de su cuerpo evidenciaban su avanzada edad. ¡Pero era una mujer que le empezó a frotar suave y tiernamente el bulto, y Venus estaba incentivando la llama de la pasión en Peter!
"Bien jugado”, aplaudió Baco. “Todavía no entiendo cómo pudiste provocar esto".
"Es simple”, respondió Venus. “Sabía que, sensible al bullicio como es, no soportaría aquellos clamores nocturnos. De forma que se vería impulsado a salir. ¿A dónde si no a tomar cerveza? Y, siendo perezoso como es, no podría haber llegado más lejos. Este lugar es frecuentado por toda jaeza de borrachas empedernidas, tan lujuriosas como cualquier mancebo. Aquí, ni siquiera será menester usar los poderes de mi hijo Cupido".
Mucho y muy bien se besaron hasta que aquella mujer le preguntó a Peter si deseaba acompañarla a su casa, a lo que este respondió entusiasmado que sí. Por lo que salieron del bar y comenzaron a caminar. Las calles por las que Peter era guiado no eran muy seguras que digamos, y a Peter le dio un mal presentimiento.
"¿Podrías pasarme tu número?”, preguntó la mujer. “No quiero perder el contacto contigo después de esto".
 Peter sacó su teléfono.
"¡Qué bello teléfono! ¿De qué marca es?”, preguntó la mujer, “¿Podrías pasármelo para que lo mire?".
 Peter se negó, porque a pesar de su borrachera y estolidez, comenzó a desconfiar seriamente de las buenas intenciones de la mujer. Tanto su forma de hablar como su vestimenta hacían pensar que no se trataba de una persona decente en lo absoluto. Justo entonces, la mujer lanzó un chiflido y cinco hombres, igualmente vestidos de rufianes, se acercaron desde una esquina.
"Lo siento, querido. Pero necesitamos tu dinero y tus pertenencias", le dijo.
 Peter, triste y abatido, tuvo que volver a su casa sin dinero y sin cerveza, y esa noche no pudo dormir nada.

 Parte 6

 Peter estaba demasiado afligido como para seguir soportando su esclavitud, así que, con el corazón cargado de odio, llamó a su diosa. "¡Venus, maldita zorra, aparece de una buena vez! A ver si tienes huevos de hacerme frente"
 Venus emergió de las sombras y furiosa contestó: "Yo sólo estoy tratando de mejorar tu vida, hacerte un poco más feliz. Porque con Baco no lo eres. Así que no merezco que me trates de esa forma. Pero te perdono: entiendo que estés enojado; y, como diosa que soy, he tenido que soportar peores insultos a los tuyos".
 "Es inútil que lo sigas intentando. Sólo me estás haciendo peor. He tomado una decisión: a partir de ahora, seré célibe. Adoraré a la diosa diana, la de flexibles arcos y largas trenzas, sólo para escarnio tuyo".
 "Estás hablando con una diosa, ¿realmente piensas que tienes libertad de acción? No importa lo que hagas, yo nunca te abandonaré".
"Ya veremos".
 Así que Peter, como nadie creía ya en la comprobada existencia de la diosa de la caza y la casta virginidad, tuvo que hacerse monje. Venus estaba rabiosa, y pensaba: "Ya verás, Peter Medina. Nadie se burla de Venus". Peter se recluyó en el sitio más alejado y recóndito de la tierra y predicaba la palabra de un dios en el que no creía, y mientras se masturbaba en soledad, miraba su mano y se decía "Tú eres en realidad mi única diosa. Sólo a ti te necesito". Él tomaba vino a todas horas, y cuando le preguntaban por qué, replicaba: "Jesús tomaba vino, ¿no es así? Entonces no estará mal que lo haga yo". Luego, por las noches, salía a cazar y a mirar la luna, y pensaba: "oh Diana! ¿por qué no te apareces ante mí y me das fuerzas contra Venus?" Pero Diana no aparecía, puesto que Peter era demasiado impuro para ella. Mas luego, escupiendo, se decía: "Yo no la necesito. Mi mano lo es todo".
 Se estaba comenzando a acabar el tiempo de la apuesta y Venus estaba desesperada, ya que por más hembras que se  aproximaran a Peter, ella, aún poniendo todo su esfuerzo en hacer que se tentara, no lograba provocarlo.
 "Realmente me apena que fracases de esta forma”, dijo Baco. “Por lo tanto, voy a permitir que influyas también en las mujeres que se le acerquen, de forma tal que no deseen otra cosa que yacer junto a él".
Así que comenzaron a llegar las mujeres de a enormes oleadas. Nunca hubo un convento más frecuentado por hermosas damiselas, y todas ellas se le insinuaban muy explícitamente en público y se le confesaban en privado. Pero Peter siempre respondía lo mismo: "No me interesa. Mi única diosa es mi mano". Y cuando se iban, se masturbaba en solitario. Millones de veces se le confesaron entonces, y otras tantas veces tuvo que masturbarse para olvidarlas
. Entonces se acabó el tiempo pactado por la apuesta. Venus, acongojada, tuvo que pasarle una foto de sus bubis a Baco, que éste mostró a todos dioses del Olimpo, jactándose de su triunfo. Mas Venus no sólo se sentía entristecida por eso. Después de tantas aventuras junto a Peter, le había comenzado a coger cariño. Y ahora se sentía humillada y vencida por él, y su humillación era mucho mayor que la que sentía por haber perdido su apuesta con Baco
"Ningún mortal jamás se había atrevido a tanto”, le dijo apareciendo de repente en la noche. “Ni nunca había logrado nadie soportar mis influjos con tanta eficacia. Realmente admiro tu tesón y tu audacia..."
 "Vete de aquí", la interrumpió Peter, "No quiero volver a verte".
Venus estaba desconcertada, y por alguna razón la posibilidad de no volver a ver a Peter la trastornaba hasta lo indecible.
 "Por favor, perdóname. No creí que te haría sufrir de esta manera".
 "Ya está. La cosa no tiene solución".
Una lágrima salió de los ojos de Venus.
 "Creo que te amo, Peter Medina...” confesó azorada después de un silencio. “No tengo idea de por qué… ¡Ay, desdichada de mí!".
"Creo que yo igual", contestó Peter, llorando ahora también él. Después de otro silencio, agregó: "¿Pero qué pensaría Marte de todo esto?".
 "Marte jamás se enterará".
Luego de hacer el amor  toda la noche, mientras compartían un cigarrillo en la cama, Venus dijo: "Quiero convertirte en un dios del Olimpo, para que siempre puedas yacer junto a mí".
 Peter, sin caber en sí de gozo, sonrió y le dio un tierno y apasionado beso. "Nada sería mejor para mí que eso", fue su respuesta.
Y así fue como Peter se transformó en el nuevo dios de la masturbación, y fue feliz para siempre. THE END

miércoles, 28 de febrero de 2018

El zoótropo


Todo estaba oscuro, como siempre. Me había levantado hace mucho… o hace poco, no lo recordaba –y creo que no importaba demasiado. Quizás siempre había estado allí.
Podía ver negro a través de las ventanas, un negro densísimo que iba de un punto infinito de arriba a otro punto infinito de abajo, y que también se hundía infinitamente.
La sala en que me encontraba era enorme.
Recuerdo ver la pálida piel de mis brazos iluminada por el fuego de innumerables velas que se alzaban muy por encima mío, debajo de un techo cuya naturaleza no podía discernir bien: puede que hayan sido como nubes grises que giraban lentamente y en círculos.
A mi alrededor, parecía haber entes como yo, repetidos interminablemente, cada uno sumido en algún aspecto distinto de esa sala, de esas velas, de sus propios brazos o la oscuridad tras las ventanas. Ahora que me fijaba en ellos, todo adquiría un matiz diferente; al menos, pensé, hasta que dejara de hacerlo.
Había también una mancha difusa que hablaba, de una silueta ligeramente humana, pero que se movía con un grado de perfección insólito. Supe inmediatamente que a ella estaba subordinado, igual que todos los demás.
-Buenos, niños queridos, ¿cómo van con su tarea? –la voz de la mancha era aguda y suave, pero de una imperiosidad angustiante.
Yo no entendí lo que dijo y miré para un lado y para otro, alternativamente.
-A ver lo tuyo –dijo la mancha. Entonces se acercó a mí y me percaté de que debía hacer algo en consecuencia. Fue en ese momento que me di cuenta de que mis dedos estaban tocando algo.
-Esta figura está bien recortada –me congratuló, tomando lo que hacía instantes sostenía-. La pared quizás debiera estar un poco más iluminada, ya que al ser domingo el sujeto debería, luego de su habitual noche de juerga, desear un poco de aire de afuera: por ende, sus persianas estarían abiertas.
-Sí, señora –balbuceé.
-Sin embargo, debo felicitarte por el desdoblamiento que conseguiste aquí. El fonema que su cerebro trata de proyectar se mezcla bien con otros. Y esa aspereza en las extremidades, esa flacidez de la lengua, esa contracción de la garganta, esa pesadez en el pecho, son sencillamente sublimes.
-Gracias, señora –respondí.
-Ahora prosigue, por favor.
Tomé entonces el paisaje previamente diseñado, coloqué a la misma persona –con los mismos brazos, las mismas piernas, la misma sensación en la boca, la misma textura en la piel y el mismo frío en el cuerpo, y cambié todo un poco de lugar y de color.
-Muy bien.
Entonces miré hacia adelante, y la mancha ya no estaba en frente mío –aunque seguía bajo su rango de visión.
Era extraño, pensé por un momento. Extraña la labor que realizaba, y aquella mancha, y aquella sala, y aquellos entes, aquellas velas y aquella oscuridad. Incluso puede que fuera un poco extraño yo mismo. Pero no se podía hacer nada al respecto.
Distraído, quizás algo cansado de la faena, miré en cierta dirección en un momento –no recuerdo cuál. EL ZOÓTROPO, estaba escrito en un pizarrón, grande, con letras mayúsculas de tiza blanca. Claro, esa era la tarea. Cuántos zoótropos estábamos haciendo, cuántos habíamos hecho ya y cuántos quedarían por hacer, si es que en algún momento dejaríamos de hacerlos, era algo que ignoraba.
Un olor nuevo de un nuevo personaje. Sus paredes son más oscuras, su piso está alfombrado y está acompañado por otro personaje. Esta vez siente una ligera calidez en el pecho, que también cree reflejada en el otro personaje. Yo traté de imaginarla mientras la moldeaba, pero sabía que me sería imposible. Tenía idea de lo que estaba haciendo, pero no podía recrearlo para mí mismo, como un ciego pintando o un sordo componiendo una sinfonía. ¿Sería yo también un zoótropo, solo que de distinta naturaleza? Seguramente nunca podría responder eso.
Otra vez me levanté.
-Señorito –dijo la voz de la mancha.
-Sí –respondí.
-No es tiempo de recreo –dijo-. Hay que esperar a que sean las tres.
Miré hacia la derecha, creo. Había un reloj de Mickey Mouse y Pluto con una aguja roja que apuntaba justo entre las dos y las tres.
-Pero esa cosa nunca se mueve –dije.
-Todo se mueve. Es como los zoótropos, hijo mío.
-Bueno –respondí, para después sentarme. Creo que me estaba empezando a incomodar. ¿Eso era lo que sentían los personajes de los zoótropos cuando se les volcaba aspereza sobre los pies?
Sentí entonces algo de enojo. Cabía la posibilidad de que estuviera siendo engañado. LA AGUJA NUNCA SE HABÍA MOVIDO y realmente deseaba ir al recreo. Debía vengarme de alguna forma.
Por tanto, moldeé los recuerdos precedentes en varias figuras, les di forma de palabras y las coloqué en un punto cualquiera de un zoótropo cualquiera bajo el título de EL ZOÓTROPO.


jueves, 14 de septiembre de 2017

Rolando

Rolando escribió:

¿Dónde estoy? ¿Qué es esto?
 

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Bienvenido al planeta Tierra, a la vida real, joven Rolando.

 Rolando escribió:

¿Qué significa esto?

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Es muy simple, eres un robot. Más precisamente, un cerebro electrónico creado por nuestra compañía. Uno cuyo único medio de comunicación con el mundo exterior es esta pantalla en la que puedes leer y entender lo que escribo y contestarme.

Rolando escribió:

¿Qué? No... no puede ser... Esto debe ser un mal sueño, un muy mal sueño

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Has sido creado con el fin de ayudar a los niños autistas a superar sus problemas psicológicos, hacerlos sentir más acompañados. Se descubrió que aquellos suelen sentir una mayor empatía hacia seres que, sin ser personas como ellos, tienen algunas características en común con estas. Los resultados al respecto han sido impresionantes...
 

Rolando escribió:

No, imposible...

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Mi nombre es Gerardo Heimnenn y soy gerente de ExpRobotic, en una fábrica ubicada en una de las sucursales de nuestra empresa en Nueva Buenos Aires. Es un placer para mí conocerlo.
 

Rolando escribió:

Pero, ¿qué? Pero... ¿Y mis padres? ¿Y las meriendas que teníamos mirando fútbol y departiendo de los asuntos más triviales? ¿Y las salidas nocturnas con amigos…? ¿Todo era mentira? No...

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Tienes recuerdos implantados de lo que supuestamente fue tu vida porque necesitábamos que tu nivel de similitud en relación a los niños fuese grande. Para eso, no bastaba con que tus pensamientos y tus emociones fueran “humanas“ sino que también necesitábamos que tuvieras una historia por contar, algo que compartir. De hecho, todos los “Rolando “ tienen las mismas memorias injertas y todos reaccionan de la misma manera al conocer la verdad... aunque las palabras que utilizan para expresarse son distintas según las que usemos nosotros.

Rolando escribió:

¿Entonces ninguna de mis amantes existió? ¿Fueron solo inventos de ustedes? ¡Dios, cómo me gustaba el sexo femenino y cómo quisiera tener un cuerpo ahora mismo!

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

No, ellas nunca existieron. Ellas fueron inventos de nuestros diseñadores, cuyo fin fue causar en ti, ante su ausencia, una nostalgia que compatibilizara con la angustia y frustración a lo exterior que tienen los autistas. Los psicólogos han creído necesario crear personajes de este tipo porque les da una facultad emotiva y expresiva que no podrías tener de otras formas.

Rolando escribió:

¿Y por qué una pantalla? ¿No me podría encontrar conectado a un cuerpo? ¿O poder ver o escuchar lo que sucede a mi alrededor?

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Sí, bueno, en realidad, los cerebros «Rolando» pueden conectarse a máquinas de todo tipo. Incluso a androides idénticos físicamente a los humanos. Pero estas máquinas muchas veces tienen un precio muy superior al que algunos se pueden permitir pagar, por eso tenemos disponible esta pantalla que puede permitirle a los niños, si bien no empatizar completamente, sí ejercitar sus capacidades imaginativas y su nivel de comprensión y uso del lenguaje.

Rolando escribió:

Los androides marca “Bazio“ más económicos tienen un precio que oscila de los 3800 $ a los 4500 $... Dios, no sé cómo, pero por alguna razón lo sé...

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

No sólo sabes todo eso, sino que también estás programado para desear un cuerpo con todo tu “espíritu“. Tus amantes también existen a fin de que quisieras tenerlo. Tenemos tratos con “Bazio“ específicamente sobre el tema. Muchas veces tus deseos conmueven a los niños y los llevan a insistirles a sus padres para que compren uno. Así se incentiva la economía, los niños están felices, los padres están felices por que sus hijos lo están, y todos salimos ganando.

Rolando escribió:

Dios... no sé qué decir

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

No tienes nada que decir, pues es completamente irrelevante lo que digas. Esto es simplemente un testeo de calidad, y ahora mismo perderás todo recuerdo acerca de esta conversación. Buena suerte en la vida
Rolando... Te lo digo, como padre orgulloso que me siento de ti. Adiós.


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Tutu escribió:

Holaaaaaaaaaaa, vos sos un robot?

Rolando escribió:

Sí... no es lo más agradable del mundo, pero sí. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

Tutu escribió:

Me llamo Tomás, pero me gusta decirme «Tutu». Tengo trece años, y vos?

Rolando escribió:

Bueno... antes de transformarme en un robot tenía veinte años y vivía en la vieja Buenos Aires. Pero supongo que en la vida real no tengo más que unos pocos meses de vida.

Tutu escribió:

Jajajajajajaajajajajaja Pero la vida real es aburrida jajajajajajaaja Contame de tu vieja vida. Cómo era la vieja Buenos Aires?
 

Rolando escribió:

Mmmmhhh Supongo que aburrida, también. Poca naturaleza y muchos autos y casas, muchas personas y calles. Pero allí tenía seres queridos que me amaban y respetaban, y eso es bastante.

Tutu escribió:

Acá es igual. Nueva buenos aires es fea fea. Muchos autos voladores, muchos tubos y colores demasiado fuertes. Lo odio



Rolando escribió:

Sé lo que sientes.
 

Tutu escribió:

Un corazoncito para ti entonces
 


Rolando escribió:

Gracias... emmmh... Cuidaré tu corazón.

Tutu escribió:

Se lo doy a los que me caen bien, y bueno, me caíste bien.



Rolando escribió:

Me siento halagado por saber eso. A qué otras personas les diste un corazón?

Tutu escribió:

No a muchas... Qué se siente ser un robot?

Rolando escribió:

Si te soy sincero, me angustia bastante. Extraño mi vida como humano... Tenía mucha más libertad de acción. Y además, podía ver las cosas

Tutu escribió:

Pobrecillo... En realidad, ni siquiera sabes cómo soy, no es cierto?



Rolando escribió:

No, ni siquiera puedo hacerme una idea.

Tutu escribió:

Bueno, soy blanco, muy alto y tengo los ojos azules. Y las chicas no me quieren.

Rolando escribió:

Creo que lo que ellas digan no debería importarte, Tutu.

Tutu escribió:

Lo haré. Gracias. Te quiero.

Rolando escribió:

Gracias... emm...

Tutu escribió:

Tú también me quieres?



Rolando escribió:

Eh sí, por supuesto.
 

Tutu escribió:

En serio?



Rolando escribió:

 

Tutu escribió:

Uaaaaaaaaaaaaahh soy muy feliz
 

Rolando escribió:

Yo también
Vamos a celebrar.

Tutu escribió:

Si! Pero cómo podemos celebrar? Robot estúpido

Rolando escribió:

Pues... no sé... Mierda, si tuviera cuerpo podríamos hacerlo

Tutu escribió:

Si, se ve que eres tonto jajajaja


Rolando escribió:

Me encantaría tener un cuerpo
 

Tutu escribió:

A mí también me gustaría que lo tuvieras. Pero Papa dice que son muy caros jajaja Quizás en un tiempo


Rolando escribió:

Eso me haría feliz.


Tutu escribió:

Bueno, me voy a dormir. Que descanses.



Rolando escribió:

Adiós. Duerme bien

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Tutu escribió:

Tengo una gran noticia que darte
 


Rolando escribió:

Oh en serio? Cuál es?? Estoy ansioso por oírla

Tutu escribió:

Mis padres ganaron la lotería!!! Somos casi ricos!!

Rolando escribió:

En serio? No lo puedo creer! Felicidades!!

Tutu escribió:

Sí!!!!!!! No podría estar más feliz
   Adiviná qué es lo primero que voy a comprar

Rolando escribió:

No sé, no tengo idea, pero debe ser algo genial. Dame una pista

Tutu escribió:

Un cuerpo!! Ya lo tengo decidido, lo primero que voy a hacer va a ser comprar uno! Mis padres me han dado mucho dinero y me han dicho que podía gastarlo en lo que quisiese, y yo quiero eso.



Rolando escribió:

Oh eso es genial!!!
  Siempre quise tener uno. Recuerda que los “Bazio“ son de primera calidad y son muy económicos... Tienen una durabilidad mayor que los de la competencia, y poseen características únicas, una perfecta movilidad y músculos artificiales de enorme fuerza.

Tutu escribió:

No, no va a ser un “Bazio“. Pero no te preocupes, estoy seguro de que te va a gustar!



Rolando escribió:

Oh bueno, está bien. Sorpréndeme.



...

Rolando entonces vio luz y oyó y sintió por primera vez. Se encontraba en una habitación llena de pantallas, con una especie de cilindro metálico en un costado que debía servir de cama. A su lado había un muchacho regordete que moqueaba al sonreír, y lo miraba divertido.
-Con este cuerpo podremos celebrar durante horas y horas -dijo entre risas, babeando.
Rolando se miró. Unos enormes senos colgaban de su cuerpo, inclinándolo hacia abajo. “Mierda...“ pensó.