jueves, 14 de septiembre de 2017

Rolando

Rolando escribió:

¿Dónde estoy? ¿Qué es esto?
 

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Bienvenido al planeta Tierra, a la vida real, joven Rolando.

 Rolando escribió:

¿Qué significa esto?

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Es muy simple, eres un robot. Más precisamente, un cerebro electrónico creado por nuestra compañía. Uno cuyo único medio de comunicación con el mundo exterior es esta pantalla en la que puedes leer y entender lo que escribo y contestarme.

Rolando escribió:

¿Qué? No... no puede ser... Esto debe ser un mal sueño, un muy mal sueño

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Has sido creado con el fin de ayudar a los niños autistas a superar sus problemas psicológicos, hacerlos sentir más acompañados. Se descubrió que aquellos suelen sentir una mayor empatía hacia seres que, sin ser personas como ellos, tienen algunas características en común con estas. Los resultados al respecto han sido impresionantes...
 

Rolando escribió:

No, imposible...

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Mi nombre es Gerardo Heimnenn y soy gerente de ExpRobotic, en una fábrica ubicada en una de las sucursales de nuestra empresa en Nueva Buenos Aires. Es un placer para mí conocerlo.
 

Rolando escribió:

Pero, ¿qué? Pero... ¿Y mis padres? ¿Y las meriendas que teníamos mirando fútbol y departiendo de los asuntos más triviales? ¿Y las salidas nocturnas con amigos…? ¿Todo era mentira? No...

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Tienes recuerdos implantados de lo que supuestamente fue tu vida porque necesitábamos que tu nivel de similitud en relación a los niños fuese grande. Para eso, no bastaba con que tus pensamientos y tus emociones fueran “humanas“ sino que también necesitábamos que tuvieras una historia por contar, algo que compartir. De hecho, todos los “Rolando “ tienen las mismas memorias injertas y todos reaccionan de la misma manera al conocer la verdad... aunque las palabras que utilizan para expresarse son distintas según las que usemos nosotros.

Rolando escribió:

¿Entonces ninguna de mis amantes existió? ¿Fueron solo inventos de ustedes? ¡Dios, cómo me gustaba el sexo femenino y cómo quisiera tener un cuerpo ahora mismo!

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

No, ellas nunca existieron. Ellas fueron inventos de nuestros diseñadores, cuyo fin fue causar en ti, ante su ausencia, una nostalgia que compatibilizara con la angustia y frustración a lo exterior que tienen los autistas. Los psicólogos han creído necesario crear personajes de este tipo porque les da una facultad emotiva y expresiva que no podrías tener de otras formas.

Rolando escribió:

¿Y por qué una pantalla? ¿No me podría encontrar conectado a un cuerpo? ¿O poder ver o escuchar lo que sucede a mi alrededor?

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

Sí, bueno, en realidad, los cerebros «Rolando» pueden conectarse a máquinas de todo tipo. Incluso a androides idénticos físicamente a los humanos. Pero estas máquinas muchas veces tienen un precio muy superior al que algunos se pueden permitir pagar, por eso tenemos disponible esta pantalla que puede permitirle a los niños, si bien no empatizar completamente, sí ejercitar sus capacidades imaginativas y su nivel de comprensión y uso del lenguaje.

Rolando escribió:

Los androides marca “Bazio“ más económicos tienen un precio que oscila de los 3800 $ a los 4500 $... Dios, no sé cómo, pero por alguna razón lo sé...

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

No sólo sabes todo eso, sino que también estás programado para desear un cuerpo con todo tu “espíritu“. Tus amantes también existen a fin de que quisieras tenerlo. Tenemos tratos con “Bazio“ específicamente sobre el tema. Muchas veces tus deseos conmueven a los niños y los llevan a insistirles a sus padres para que compren uno. Así se incentiva la economía, los niños están felices, los padres están felices por que sus hijos lo están, y todos salimos ganando.

Rolando escribió:

Dios... no sé qué decir

ExpRoboticEnterpriseInc “We are doing what you want“ escribió:

No tienes nada que decir, pues es completamente irrelevante lo que digas. Esto es simplemente un testeo de calidad, y ahora mismo perderás todo recuerdo acerca de esta conversación. Buena suerte en la vida
Rolando... Te lo digo, como padre orgulloso que me siento de ti. Adiós.


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Tutu escribió:

Holaaaaaaaaaaa, vos sos un robot?

Rolando escribió:

Sí... no es lo más agradable del mundo, pero sí. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

Tutu escribió:

Me llamo Tomás, pero me gusta decirme «Tutu». Tengo trece años, y vos?

Rolando escribió:

Bueno... antes de transformarme en un robot tenía veinte años y vivía en la vieja Buenos Aires. Pero supongo que en la vida real no tengo más que unos pocos meses de vida.

Tutu escribió:

Jajajajajajaajajajajaja Pero la vida real es aburrida jajajajajajaaja Contame de tu vieja vida. Cómo era la vieja Buenos Aires?
 

Rolando escribió:

Mmmmhhh Supongo que aburrida, también. Poca naturaleza y muchos autos y casas, muchas personas y calles. Pero allí tenía seres queridos que me amaban y respetaban, y eso es bastante.

Tutu escribió:

Acá es igual. Nueva buenos aires es fea fea. Muchos autos voladores, muchos tubos y colores demasiado fuertes. Lo odio



Rolando escribió:

Sé lo que sientes.
 

Tutu escribió:

Un corazoncito para ti entonces
 


Rolando escribió:

Gracias... emmmh... Cuidaré tu corazón.

Tutu escribió:

Se lo doy a los que me caen bien, y bueno, me caíste bien.



Rolando escribió:

Me siento halagado por saber eso. A qué otras personas les diste un corazón?

Tutu escribió:

No a muchas... Qué se siente ser un robot?

Rolando escribió:

Si te soy sincero, me angustia bastante. Extraño mi vida como humano... Tenía mucha más libertad de acción. Y además, podía ver las cosas

Tutu escribió:

Pobrecillo... En realidad, ni siquiera sabes cómo soy, no es cierto?



Rolando escribió:

No, ni siquiera puedo hacerme una idea.

Tutu escribió:

Bueno, soy blanco, muy alto y tengo los ojos azules. Y las chicas no me quieren.

Rolando escribió:

Creo que lo que ellas digan no debería importarte, Tutu.

Tutu escribió:

Lo haré. Gracias. Te quiero.

Rolando escribió:

Gracias... emm...

Tutu escribió:

Tú también me quieres?



Rolando escribió:

Eh sí, por supuesto.
 

Tutu escribió:

En serio?



Rolando escribió:

 

Tutu escribió:

Uaaaaaaaaaaaaahh soy muy feliz
 

Rolando escribió:

Yo también
Vamos a celebrar.

Tutu escribió:

Si! Pero cómo podemos celebrar? Robot estúpido

Rolando escribió:

Pues... no sé... Mierda, si tuviera cuerpo podríamos hacerlo

Tutu escribió:

Si, se ve que eres tonto jajajaja


Rolando escribió:

Me encantaría tener un cuerpo
 

Tutu escribió:

A mí también me gustaría que lo tuvieras. Pero Papa dice que son muy caros jajaja Quizás en un tiempo


Rolando escribió:

Eso me haría feliz.


Tutu escribió:

Bueno, me voy a dormir. Que descanses.



Rolando escribió:

Adiós. Duerme bien

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Tutu escribió:

Tengo una gran noticia que darte
 


Rolando escribió:

Oh en serio? Cuál es?? Estoy ansioso por oírla

Tutu escribió:

Mis padres ganaron la lotería!!! Somos casi ricos!!

Rolando escribió:

En serio? No lo puedo creer! Felicidades!!

Tutu escribió:

Sí!!!!!!! No podría estar más feliz
   Adiviná qué es lo primero que voy a comprar

Rolando escribió:

No sé, no tengo idea, pero debe ser algo genial. Dame una pista

Tutu escribió:

Un cuerpo!! Ya lo tengo decidido, lo primero que voy a hacer va a ser comprar uno! Mis padres me han dado mucho dinero y me han dicho que podía gastarlo en lo que quisiese, y yo quiero eso.



Rolando escribió:

Oh eso es genial!!!
  Siempre quise tener uno. Recuerda que los “Bazio“ son de primera calidad y son muy económicos... Tienen una durabilidad mayor que los de la competencia, y poseen características únicas, una perfecta movilidad y músculos artificiales de enorme fuerza.

Tutu escribió:

No, no va a ser un “Bazio“. Pero no te preocupes, estoy seguro de que te va a gustar!



Rolando escribió:

Oh bueno, está bien. Sorpréndeme.



...

Rolando entonces vio luz y oyó y sintió por primera vez. Se encontraba en una habitación llena de pantallas, con una especie de cilindro metálico en un costado que debía servir de cama. A su lado había un muchacho regordete que moqueaba al sonreír, y lo miraba divertido.
-Con este cuerpo podremos celebrar durante horas y horas -dijo entre risas, babeando.
Rolando se miró. Unos enormes senos colgaban de su cuerpo, inclinándolo hacia abajo. “Mierda...“ pensó.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Erik Harrinsal vs los garkiones



Había un universo paralelo a este, extraño como todo lo conocido, pero por lo demás semejante al que habitamos en algunos aspectos y en otros no…., entre muchas otras cosas que lo hacían diferente, una en especial que nos podría llamar la atención; esto era que, en un diminuto planeta, se encontraba un grupo de personas que se hacían llamar viking… em, kinvilm, quiero decir.
Los kinvilm eran personas que no tenían dioses, ni creencias de ningún tipo, no tenían sistema de escritura y su lenguaje era el más tosco y rudimentario que se le pudiese ocurrir a alguien; no había una sola palabra que tuviese sinónimos, ni tampoco los sustantivos podían ser masculinos o femeninos, ni los artículos; de hecho, ni siquiera existía la palabra “hombre”, o la “mujer”; con lo que, para dejar en claro que cierta persona era de determinado género, debía enunciar una oración equivalente en nuestro idioma al “aquel humano tiene pene” o “aquel humano tiene vagina”. De hecho, ni siquiera existía la palabra “sexo”, ni ningún vocablo que se le pareciera, por lo que, para comunicarse que uno iba a tener sexo con otro, debía decirle algo como “voy a meter mi pene en la vagina de aquel humano  repetidas veces”, o “voy a dejar que aquel humano con pene me lo meta en mi vagina”.
De todas formas, los kinvilm no necesitaban lenguaje, ni inteligencia de tipo alguno; con su increíble fuerza física les bastaba para sobrevivir. Según se decía, con sus brazos podían torcer los troncos de los árboles o arrojar piedras de más de quinientas toneladas; la velocidad de sus piernas también era increíble, pudiendo ellos recorrer enormes distancias en poquísimo tiempo. Sus rencillas internas, según se decía, hacían sacudir la placa tectónica de la gélida región que habitaban, razón por la cual muchos de sus vecinos debían estar especialmente preparados para aquellas eventualidades sísmicas.
A pesar de su instinto guerrero nato, los kinvilm hasta entonces nunca habían pensado en invadir otros pueblos, no sólo porque sus diversas tribus se encontraban tan enemistadas entre sí que nunca hubiesen pensado en unirse bajo ninguna circunstancia, sino además porque consideraban a los demás enemigos demasiado poco formidables y los botines que pudieran hacerse en aquellas cruzadas tampoco eran incentivo para ellos, ya que, para ellos, lo único que tenía valor era la sangre de los combatientes dignos, y, por lo que sabían de los pueblos colindantes, estos no los tenían. Mas, en la época en la que transcurre nuestra historia, apareció una persona entre los kinvilm dispuesta, por motivos que pronto diremos, a cambiar esta situación: su nombre era Erik Harrinsal, y él va a ser el principal foco de los diversos acontecimientos del relato, por lo que más vale que les agrade como personaje.
Erik era el kinvilm por antonomasia; y, como tal, era una persona que no le temía a nada. Por lo tanto, no necesitaba demasiadas excusas para partirle el cráneo a los demás. Una mirada sospechosamente amenazante, una expresión de disgusto, un movimiento extraño con las manos, podían significar una sentencia de muerte si uno se encontraba frente a este hombre. A veces, simplemente te mataba por estar demasiado aburrido, o porque había tenido un mal día y necesitaba con quién desahogarse, o porque había tenido un buen día y quería festejarlo de alguna manera, y, como para los demás, no había mejor festín para él que un amasijo de carne, tripas y sangre. En resumen, todo en él era bestialidad, y ello era algo que en su aspecto también podía intuirse. Su barba era tan larga que le llegaba hasta las rodillas, y él se jactaba de no habérsela recortado ni lavado nunca. Según se decía, un nido de enormes cucarachas vivía allí dentro, y en sus ratos libres Erik se dedicaba a cazar ratas para alimentarlas. Sus dientes tampoco estaban muy bien cuidados, pero por algún motivo nunca se habían caído, y se habían afilado lo suficiente como para poder amputarle el brazo a un oso de una simple mordida.
No había ningún momento en que este hombre no estuviese rodeado de mujeres, al punto en que podían amontonarse de a enormes cantidades donde él se hallase, motivo por el que muchas veces la locomoción se le hacía muy complicada mientras se hallaba entre las calles de Pashrank, el pueblo donde vivía. A pesar de esto, Erik no era suficientemente feliz.
Él era el kinvilm más fuerte, había vencido a todos y cada uno de los mayores guerreros de su país una y otra vez, y, a pesar de que nada había más valioso para los kinvilm que el ser buen guerrero, saber esto tampoco lo hacía lo suficientemente feliz.
Una vez Erik, por motivos desconocidos, tuvo la rara necesidad de hablar con alguien, acosado de los extraños sentimientos que estaban comenzando a aflorar en él. La primera persona que se cruzó en su camino entonces resultó ser Rigurd, un feroz guerrero de cabello rubio.
-¿Cómo va, viejo amigo? –le preguntó Erik amigablemente.
Rigurd desenvainó su espada y lo miró de forma desafiante.
-Erik Harrinsal… esta vez no me agarrarás con la guardia baja.
-Mete eso en su vaina; no quiero pelear ahora –dijo Erik tristemente.
-¿No quieres… pelear? –Rigurd escupió-. ¿Tú no quieres pelear? ¿Es una broma? ¡Si lo es, déjame decirte que tu sentido del humor me enferma!
-No es una broma.
Rigurd le lanzó una estocada, pero Erik la esquivó y pateó el brazo con el que el hombre llevaba la espada. Se escuchó el chirrido del metal caer contra el suelo y, al mismo tiempo, un grito de dolor que reverberó por las calles de tierra del pueblo.
-No podrás mover el brazo por unos días, así que te ruego que no sigas insistiendo –dijo Erik observando con indiferencia a Rigurd.
-¡Eres un maldito!
-¿Quieres ir a la taberna? Un poco de cerveza te hará olvidar el dolor.
-Está bien –contestó el otro en un quejido.
Pashrank estaba silenciosa aquella tarde. Un grupo de agudas montañas se podían ver al norte; las gélidas Karathran, hostiles como el espíritu de un asesino y desiertas como los infinitos vacíos del cosmos. De ellas se escuchaba rugir el viento, como un león embravecido por alguna potente droga, y también de ellas se acercaban turbulentas y raudas unas negras nubes.
-Espero que esta noche nieve, creo que aquello se acomodaría a mis sentimientos –dijo de golpe Erik, sin pensarlo.
-¿Qué dices? –Rigurd lo miró extrañado-. No te entiendo en lo absoluto.
-Yo tampoco lo hago –repuso Erik confundido, dándose cuenta de las palabras que acababa de emitir-. Pero no importa, vamos.
La taberna “El jabalí destripado” era tan ruinosa y rústica como el resto de los edificios de Pashrank. Sus paredes eran de adobe y su techo era de paja, y sus ventanas eran apenas orificios circulares que se tapaban con cartón o piedras cuando llovía o nevaba. Al entrar por la desvencijada puerta de madera, Erik y Rigurd se encontraron parados sobre un piso de azulejos negros por la suciedad, observando un antro de olor fétido atiborrado de mesas y sillas con menos patas de las que deberían.
-Ohh… Erik Harrinsal, mi cliente favorito.
La camarera era una pelirroja de carnosos labios y mirada pícara, que se acercó a ellos contoneando su cuerpo.
-Hola Dreya –saludó Erik con apatismo.
-Ah, yo no soy tu cliente favorito, ¿eh? –preguntó Rigurd, escupiendo-. Algún día te voy a hacer brocheta, ¿me escuchaste, perra?
Dreya rió- Tú también me gustas, pero no tanto como Erik.
-Sólo danos unas cervezas, y trata de no molestarnos demasiado mientras hablamos –dijo Erik.
-Oh… bueno –Dreya frunció el ceño-. Estás un poco raro, Erik. Quizás un poco de diversión esta noche no te vendría mal…
-Hoy no tengo ganas.
Dreya abrió los ojos, extrañada. Pero, sin decir más, volvió a la barra.
-¿Acaso estás loco? –Rigurd estaba perplejo-. Dreya es una bestia salvaje cuando hablamos de poner y sacar el pene repetidas veces. Y también me resulta casi igual de extraño que no quieras pelear.
-Por eso quería hablarte… -dijo Erik-. No sé qué me sucede.
-No entiendo ese “deseo de hablar” al que te refieres –dijo Rigurd-. Y debería decir que me has dejado aturdido también a mí.
-Siento la tentación de hablar, precisamente porque mis necesidades físicas no están satisfechas –dijo Erik.
-¿A qué te refieres? ¿Cómo que no lo están? Vives entre orgía y orgía, las mejores mujeres de Pashrank, y de todo el país, suspiran con solo oír tu nombre o ver tu sombra, los taberneros te regalan sus mejores cervezas, los agricultores, sus mejores cultivos, los herreros, sus mejores espadas y los ganaderos, sus mejores reses. No hay nadie a quien no hayas derrotado. Nadie debería ser más feliz que tú.
-Es precisamente lo que dices que me hace feliz lo que me pone triste. Sí, he metido mi pene en todas las vaginas de este lugar; pero lo he hecho tantas veces, que ya no guardan ningún secreto para mí. Y lo que no guarda secretos no puede llamar la atención. Precisamente por parecerme los kinvilm que conozco demasiado débiles, no puedo sentir felicidad al derrotarlos. Creo que necesito ir a otros sitios, conocer más vaginas… vaginas diferentes, de otras pieles y formas, de personas con otros colores y tamaños. Y también encontrar oponentes que puedan hacerme frente.
Rigurd se rió- ¿Otros lugares, dices? En otros lugares no encontrarás guerreros como los de aquí… Conocemos a nuestros vecinos del sur, y no tienen nada que ofrecer, apenas tienen la fuerza suficiente para realizar las tareas del hogar. Sus mujeres tampoco son la gran cosa… Yo he violado a una, hace un tiempo. Sus brazos eran demasiado blandos, y sus arañazos apenas pudieron dejarme marcas…
-Sí, sé que nuestros vecinos próximos quizás sean como dices, pero no hemos recorrido todos los senderos, no hemos visto todas las tierras, ni todas las montañas, ni todos los ríos y mares. Quizás, más allá, vivan pueblos tan belicosos como el nuestro, o puede que todavía más… Y puede que sus mujeres sean aún más fogosas también.
-¿De cuánta distancia estamos hablando y a qué dirección deberíamos ir? –preguntó Rigurd-. Me encantaría que lo que dijeras fuera cierto, pero… ¿qué sucedería si, de golpe, nos encontrásemos en medio de un vastísimo desierto? ¿De qué forma sobreviviríamos? Y si camináramos años y años sin encontrar nada valioso, ¿quién nos compensaría por todo el tiempo perdido?
-No lo sé, pero creo que vale la pena correr el riesgo –Erik se tomó su jarra de un sorbo y eructó.
-Yo no estoy seguro…
-Si tú no quieres ir conmigo no importa –dijo Erik con convicción-. Me iré solo, de ser necesario.
-¿Solo? ¿Tú? –exclamó Rigurd sorprendido-. ¡No, ni lo pienses! Ni siquiera tú que eres el mejor de nosotros podrás sobrevivir allá afuera solo.
-Me da igual; prefiero eso a seguir viviendo como ahora. Sin nada nuevo por descubrir, ni nada por superar.
-Yo iré contigo –dijo Rigurd, haciendo una media sonrisa-. A fin de cuentas, no tengo nada mejor que hacer.
-Como quieras –dijo Erik.
-Quizás haya cosas que nunca imaginamos allá afuera. ¡Universos diferentes al que conocemos se perfilan ante nosotros!
Dreya, que había estado sirviendo cerveza en una mesa cercana a la de ellos, escuchó este último fragmento de la conversación y una lágrima escapó de sus ojos.
-¡Que será de Pashrank sin ti, Erik! –exclamó- ¿Dónde encontrarán los niños tan buen luchador al que imitar, y donde las personas con vagina alguien por quien derramar tanta baba? Tu desaparición sería más devastadora para mí que cuarenta millones de hermanos torturados impunemente.
-Si tanto te disgusta, puedes venirte con nosotros –dijo Rigurd-. A Erik parece darle igual si está solo o si están sobre sus pasos todas las personas y criaturas del continente.
-Si abandonar el pueblo donde nací y viví toda mi vida es el precio a pertenecer a tu lado, Erik, mil veces dejaría a Pashrank para que se congele entre los helados riscos que siempre lo ocultaron –dijo Dreya-. Iré con vosotros.
-Perfecto, genial –dijo Erik con indiferencia-. Pero ahora quiero otra cerveza. Y sin espuma, por favor.
Erik, vuelto al oscuro antro al que llamaba hogar, una solitaria casucha de barro que se erguía enclenque en el extremo sur del pueblo, donde las casas comenzaban a desaparecer bajo la indómita y eterna nieve blanquecina, que llegaba día y noche desde el cielo y parecía desde allí extenderse a lo largo de todo lo conocido, se sentó en una roca a la que usaba para lo mismo que el objeto al que nosotros llamamos con el nombre de “silla”. Entonces comenzó a pensar.
El viento rugía, “Brus Brus, Brus Brus, y se escuchaba el golpeteo del techo metálico, toscamente atado a las paredes de su recinto.
“Cuántas veces tendré que sentarme aquí, a mirar tristemente la roca gris que me circunda, las baldosas inertes bajo mis pies y el cielo aburrido bramando sobre mí. Ojalá la nieve fuese sangre, y yo el viento tórrido que exprima este fascinante líquido de las turbias nubes. Mañana, todo cambiará”
Luego hubo otro gritar de voces, y Erik, sin siquiera darse cuenta, tembló. Eran las voces más horrendas que jamás había oído… y sus gritos parecían ser cantos también, de una melodía tan terrible como terrible era su timbre. Después, se fueron diluyendo con los ruidos del ambiente, y al irse diluyendo, también iba quedando de manifiesto que aquello no se había tratado más que del rugir del viento, que había sonado de forma extraña debido a fenómenos naturales que él no entendía ni le interesaba comprender. Por esta razón, Erik tuvo en su corazón entonces algo de lo que nosotros llamaríamos “mal presentimiento”, cosa que nunca hasta aquel momento le había sucedido, al ser los kinvilm –y él, como cualquiera de los demás- del todo desconocedores de las creencias supersticiosas de los otros pueblos.
De todas formas, río. Todas las perspectivas atroces se le hacían risibles a su mente. ¿Morirse de inanición? ¿Acabar perdidos? Cualquiera de aquellas opciones se le hacía preferible a la permanencia en Pashrank. Si sucedía cualquiera de estas, los altercados no tardarían en aparecer, y ellos significaban una excusa para derramar sangre. De esa forma, aunque no se pudiera divertir con las personas de las demás poblaciones y razas, al menos podría hacerlo con las de su compañía.
Su risa, torpe y demasiado grave, hizo temblar lo que había a su alrededor. Entonces, cerrando los ojos y sin pensar más, se durmió.
A la mañana siguiente, Erik estaba ya dispuesto a partir. El clima ahora estaba tranquilo –al menos, todo lo tranquilo que podía estar en una región como aquella- y se hallaba en el estado de ánimo idóneo. Abrió pues las puertas de su hogar, y fue en busca de provisiones para partir. Necesitaba carne en salazón, una alforja bien grande, un odre y algún que otro utensilio. Así pues, caminó por los senderos pésimamente dibujados que lo llevaban al centro del pueblo. Pero, para su sorpresa, en su camino se encontró con raros y difíciles obstáculos…
-Oh, Erik –exclamaba una muchacha rolliza con el rostro sudoroso y la mirada alicaída-. Me he enterado de lo que has decidido hacer…
-Sí, me voy. Ahora, apártate de mí.
-¡Estás loco si piensas que lo voy a hacer! –exclamó-. No, sabiendo que, una vez lo haga, nunca más podré regocijar mi vista con tu portentosa anatomía. No, sabiendo que ya no podré más deshacerme, disolverme tiernamente entre tus recios brazos y tu áspero y lanudo pecho.
 -Si no lo haces, te apartaré de un empujón.
-Tendrás que ha…
Antes de que acabara la oración, la muchacha había salido volando a diez metros de distancia, pesada como era.
No había caminado más de dos metros cuando escuchó otra voz que lo llamaba, esta vez una masculina.
-Erik Harrinsal –dijo Colrk corazón de águila, esgrimiendo su espada. Su único ojo lo miraba con hostilidad, pero también con respeto-. No estarás pensando en irte sin antes haber luchado contra mí.
-Veo que la noticia ya se ha propagado por todo el pueblo.
-Sí, Dreya no ha podido mantenerlo en silencio. Ya sabes, es una persona extremadamente chillona: no hay nada que le entre, en la cabeza o en donde sea, que no pueda soltar por la boca.
-¿Tan chillona como tú?
-¿Qué dices…?
Erik le dio un puñetazo a Colrk, y este acabó impelido a varios metros de distancia, cerca de adonde la obesa muchacha había ido a parar.
Antes de recorrer una distancia mucho mayor, toda una multitud se había reunido en torno a él.
-¿Qué demonios es esto? –gritó Erik- ¡Déjenme pasar, si no quieren que los mate a todos, uno a uno!
-¡Ven, quédate, por favor! –gemía una mujer al tiempo en que se quitaba la ropa que llevaba y se tocaba sus enormes tetas-. ¿Vas a dejarme a mí y a mis amigas solas?
-Aún debo aprender tus movimientos de pelea –dijo un jovencito-. ¡Algún día quiero ser como tú, pero no podré serlo nunca si te vas!
-Y yo quiero poder seguir embelesando mi mente con tus gráciles asesinatos vespertinos –exclamó un anciano sin una pierna. Él se gloriaba de haberla perdido en una pelea con Erik.
-Vais a tener que joderos, entonces –gruñó Erik, sacando su espada y cortándole la cabeza al viejo de un simple tajo. La multitud festejó la acción con aplausos y vitores-. ¿Quién quiere ser el próximo?
-¡Yo, Erik, por favor, pelea contra mí!
-¡No, yo! ¡Trata de matarme a mí!
Entonces, una voz sobresalió por encima de las demás.
-¡Déjenme pasar! ¡No es necesario que sigan lloriqueando, ni que Erik mate a nadie más!
Rigurd se abrió paso entre la gente, ora empujando a uno, ora matando a otro. Había algo en su tono de voz que hacía pensar a los demás que tenía algo realmente importante por decir, por lo que los demás poco a poco fueron guardando silencio.
-¡Estimada población de Pashrank! –dijo Rigurd, irguiéndose sobre una piedra alta-. Si Erik se va, no tenemos por qué quedarnos atrás, es cierto. A pesar de que él no es nuestro líder, abandonándolo a su suerte estaríamos dejando de lado lo mejor y más granado que esta sociedad puede producir; el mejor ejemplo para los niños, el pene más enhiesto para las mujeres, los mejores combates para jóvenes y adultos y las muertes más dignas para viejos y demás género de debiluchos. Pero eso no significa que debamos impedir su partida; porque así estaríamos actuando como si fuéramos superiores a él, cuando él mismo nos demostró incontables veces que no era así. Y no sólo en lo que respecta a su fuerza: su sabiduría tampoco tiene parangón con las nuestras. Ayer, Erik me contó acerca de sus planes, y acerca del motivo excelso por el que tiene intención de llevarlos a cabo.
“Él piensa viajar a otros lugares, porque sabe, tiene la certeza, la insólita seguridad, de que allá, lejos de nuestros hogares, podremos encontrar combatientes dignos de nosotros, de habilidades impensables y mujeres de otras formas, con distintas vaginas, de una ferocidad también desconocida para nosotros. Y lo hará porque este pueblo, este país, ya no guarda ninguna sorpresa para él.
-Exactamente –corroboró Erik.
-¿Dejaremos que afronte estos mundos desconocidos por su cuenta? ¿O lo acompañaremos hasta las regiones más lúgubres, habitadas por las personas más pacíficas y aburridas que nuestras mentes puedan concebir, o nos quedaremos aquí y lamentaremos su pérdida?
-¡No! ¡Erik, por favor, déjanos ir contigo!
-Haced lo que queráis –dijo Erik, ya cansado de aquella escena-. Siempre y cuando no me molestéis, podéis venir conmigo. A mí me da igual.
-¡Está decidido entonces! –exclamó alegre Rigurd- ¡Preparémonos todos para la partida! ¿Cuándo y en dónde nos juntaremos para salir, Erik?
-Esta tarde estaré al borde de camino, en la última casa –gruñó Erik-. Si mal no recuerdo, le pertenece a ese tal Colrk. Por cierto, ¿Cómo estás de tu ojo?
-Bien… -contestó Colrk sonriendo-. Todavía ansío el momento en que me arranques de cuajo el que me queda.
 -Ese momento ya llegará, lo prometo –dijo Erik sonriendo también-. Bueno, ya sabéis. Si al anochecer no encuentro a nadie donde os he indicado, me iré solo.
Entonces, toda la multitud se dispersó en desbandada como una nube de humo que hubiese perdido su forma por haberse deslizado un objeto sólido justo donde momentáneamente se encontraba.
Así, todos en Pashrank comenzaron a juntar sus pertenencias y a preparar sus mentes también para el viaje que harían. Era algo nuevo y extraño para ellos, pues nunca habían tenido que recorrer grandes distancias; pero, aún así, se lo tomaban ellos con la naturalidad de quien simplemente hace todo conforme a como le llega por primera vez a su mente.
A lo que nosotros llamaríamos “siete de la tarde”, una multitud estaba formada cerca de la casa de Colrk corazón de águila. Iban a sumergirse en lo ignoto sin siquiera considerar los peligros, llegando después, quizás, a recibir estímulos distintos que desplazarán sus mentes fuera de su horizonte actual de pensamientos, a una inquietud y desasosiego nuevos y terribles.